viernes, 28 de agosto de 2015

Sean Santos, porque Yo Soy Santo - LEVÍTICO (Parte I) - [Lv 1 al 10]

(Nota: Los textos en cursiva son los comentarios hechos por Novaluz respecto de los textos de la Biblia. Para ir al link de respaldo bíblico o de apoyo, hacer click en los textos destacados con color claro.)

[Deseo empezar a leer desde Génesis. - Éxodo]


DATOS GENERALES


Título del LibroLEVÍTICO (Lv)
N° de Capítulos: 27
Autor: Moisés, según la tradición judía.
Fecha: Alrededor de 1440 a.C.
Clasificación: Tercer Libro del Pentateuco (1° Génesis; 2° Éxodo; 4° Números; 5° Deuteronomio)
Tema: Camino a la Santidad.


Introducción: 


El libro se llama Levítico, porque habla sobre las leyes que ordenaban el sacerdocio encomendado a la tribu de Leví, una de las doce tribus de Israel, quienes servían a Jehová en el Tabernáculo, y hacían de intercesores entre Jehová y el pueblo escogido. De esta tribu proceden los hermanos Moisés y Aarón, siendo este último consagrado para servir como sumo sacerdote en el templo, responsabilidad que heredaba a sus descendientes por todas las generaciones. 

En este libro se abordan, con detalle, las normas 
éticas y morales (derechos, prohibiciones y obligaciones), así como ceremoniales (cuándo y cómo ofrecer los sacrificios, cómo purificarse, cómo adorar a Jehová, fiestas sagradas, etc.), por las cuales los sacerdotes, los levitas y el pueblo de Israel debían regirse para permanecer en comunión con el Dios Altísimo. 

Ahora bien, como ha sido habitual en este blog, el estudio que estamos por iniciar tiene por objetivo llevarnos más allá de la rigidez de reglas y mandamientos, y aprender a descubrir cómo el Espíritu estaba conduciendo a Israel, por medio de la Ley de Moisés, hacia su Redentor Jesús el Mesías quien, como Cordero sacrificial, dio su vida en el altar de la cruz, para santificar con su sangre gente de todo linaje, lengua, pueblo y nación, y hacer para Dios un reino de sacerdotes.
 

ESTUDIO



OFRENDAS A JEHOVÁ


HOLOCAUSTOS


Jehová llamó a Moisés desde el tabernáculo de reunión, y le dio instrucciones respecto a las ofrendas que el pueblo debía presentar al Señor. Cuando se trate de un animal destinado al Holocausto, debe ser un macho vacuno u ovino, sin defecto, o un ave que puede ser tórtola o pichón de paloma. Si es vacuno, lo ofrecerá a la puerta del tabernáculo; y si es ovino, lo ofrecerá al lado norte del altar. En cada caso, el que ofrece el sacrificio deberá poner sus manos sobre la cabeza del animal, y degollarlo. Los sacerdotes hijos de Aaron rociarán su sangre sobre el altar, y alrededor de éste, cortarán el animal en trozos y lo pondrán, con todas sus partes, a arder sobre el fuego del altar; "holocausto es, ofrenda encendida de olor grato para Jehová". S
i la ofrenda es un ave, el sacerdote la degollará sobre el altar; exprimirá su sangre sobre la pared del altar; le quitará el buche y las plumas, las que echará hacia el oriente, en el lugar de las cenizas del altar, y partirá el animal por sus alas, pero no la dividirá, y la dejará que se queme sobre la leña del altar; "holocausto es, ofrenda encendida de olor grato para Jehová"(1:1-17).

* El mayor holocausto que se haya ofrecido jamás en la historia de la humanidad fue el sacrificio que Jesús hizo en la cruz. Porque la muerte del Señor en la cruz, aunque fue ejecutada por hombres, se llevó a cabo por Voluntad de Dios Padre, pues, Él envió a su Hijo Unigénito a morir "para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna" (Jn 3:16). Pero Jesús no fue una víctima inocente en manos de un Dios dictador, como alguno pudiera pensar; Jesús se ofreció voluntariamente para venir a morir por nosotros, que estábamos sumergidos en el lodo del pecado, (tanto, que no teníamos conciencia de aquello hasta que fuimos confrontados con la Palabra de Dios). Él se despojó de su divinidad para hacerse mortal, como uno de nosotros, de carne y sangre, para derrotar a la muerte que, bajo la potestad de Satanás, tenía el poder de condenarnos eternamente al lago de fuego.

Más de alguien se preguntará: ¿cómo es que Jesús derrotó a la muerte, si miles siguen muriendo cada día? Jesucristo no quedó en la tumba donde lo pusieron luego de descolgarlo en la cruz (mucho menos quedó clavado en la cruz, como lo representan algunas religiones). El Hijo del Hombre resucitó al tercer día, y es el primero, y único hasta ahora, de millones de seres humanos que resucitarán para vida eterna. La primera muerte, que es la del cuerpo, sigue siendo inevitable, pero para el que cree y ha sido sellado por el Espíritu Santo, la segunda muerte, que es la condenación eterna, no tiene poder sobre él, sino que resucitará para vivir eternamente junto al Señor en la nueva tierra, bajo un cielo nuevo, donde reinará la justicia, como era plan de Dios, hasta que Adán se rebeló contra Él.

Así como "Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante" (Ef 5:2), nosotros debemos, como él, tomar nuestra cruz, y cada día ofrecernos a nosotros mismos como ofrenda en sacrificio santo para la gloria de Dios 

** Las ofrendas mencionadas eran voluntarias. El pueblo las ofrecía como muestra de arrepentimiento ante faltas cometidas. El que tenía mayor poder económico, debía ofrendar un vacuno; el que tenía menos recursos ofrendaba un ovino; y los más pobres del pueblo podían traer un ave.

 

OBLACIONES


Con respecto a la ofrenda de trigo, ésta deberá ser de flor de harina, sobre la cual se pondrá aceite e incienso. El que la ofrece, deberá traerla a los hijos de Aarón, y el sacerdote tomará un puñado de ésta y lo quemará en el altar; "ofrenda encendida es, de olor grato a Jehová". El resto de la ofrenda será para Aarón y sus hijos; es la porción más sagrada de las ofrendas que se queman para el Señor. La ofrenda de grano cocido, ya sea que se haga en horno, olla o sartén, deberá ser de flor de harina sin levadura, preparada con aceite. Cualquiera sea la forma en que se prepare, debe ser llevada al sacerdote, quien tomará una parte de ésta, y la pondrá sobre el altar para que arda. Es ofrenda de aroma agradable al Señor. El resto de la ofrenda será para Aarón y sus hijos como alimento. Será considerada una porción santísima entre las ofrendas que se queman para el Señor. Las ofrendas de grano que se presentan no deben llevar ni levadura ni miel, pues, ni la levadura ni la miel deben quemarse para Jehová. Estos productos sí podrán ofrecerse como primicias, mas no como olor grato que sube a Jehová. Nunca deberá faltar la sal del pacto de Dios en las ofrendas ofrecidas al Señor. Si se hace ofrenda de primicias, se deberán poner al fuego las espigas verdes, y presentar a Jehová el grano tostado y desmenuzado, con 
aceite e incienso sobre él. El sacerdote hará arder una porción del grano con el aceite, junto a todo el incienso. Es ofrenda encendida para Jehová. (2:1-16)

* La ofrenda de flor de harina (v.1) o harina selecta, como dicen algunas traducciones, se trata de una harina muy fina que se obtiene de la molienda sucesiva del grano de trigo. La harina, sabemos, entre otros productos, se usa para hacer el pan. En la última cena, Jesús relacionó el vino con su sangre, y el pan con su cuerpo. La última noche antes de su arresto, Jesús, tomando el pan, lo partió, (en señal de que su cuerpo debía ser molido, como lo expresa Is 53:5, para pagar por nuestros pecados), y dijo: "Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí" (Lc 22:19), instituyendo lo que llamamos "la santa cena" que periódicamente conmemoramos en nuestras congregaciones, como una proclamación de que Jesús ofrendó su vida por nosotros.

Así como Jesús entregó su cuerpo terrenal como propiciación por nuestros pecados, nosotros, siguiendo los pasos del Maestro, debemos obedecer al llamado, y acercarnos al Trono de la Gracia con el espíritu quebrantado, y un corazón contrito y humillado, dispuesto a obedecer mansamente al Señor, quien nos manda ofrecer nuestros cuerpos como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios. No estamos hablando de autoflagelación, sino de dominio propio, llevando nuestras bajas pasiones a los pies de Cristo, y procurando vivir lo que nos resta de esta vida temporal, no para nosotros, sino para servir a Dios por medio de Cristo.

** Todos los elementos necesarios para hacer una ofrenda perfecta tienen un significado cuya explicación encontramos en la misma Palabra de Dios: 

  • El incienso (v.1), por ejemplo, simboliza las oraciones. Leemos: "Cada uno tenía un arpa y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones del pueblo de Dios" (Ap 5:8); "Suba mi oración delante de ti como el incienso,"... (Sal 141:2)
  • El aceite (v.1) simboliza la unción del Espíritu Santo: "Y Samuel tomó el cuerno del aceite, y lo ungió en medio de sus hermanos; y desde aquel día en adelante el Espíritu de Jehová vino sobre David" (1Sa 16:13)
  • La Harina (v.1-4) nos habla de expiación y santificación. Uno de los milagros del profeta Eliseo nos da entendimiento sobre el significado de este producto del trigo: En 2R 4:38-41 leemos que, en tiempos de hambruna, los hijos de los profetas prepararon un guisado con lo que encontraron en la tierra. Cuando los hombres probaron la comida, inmediatamente se dieron cuenta de que podían morir intoxicados, y lo hicieron saber a Eliseo. Entonces el profeta mandó: "Traed harina. Y la esparció en la olla, y dijo: Da de comer a la gente. Y no hubo más mal en la olla" (2R 4:41).
  • La sal (v.13). Cuando Moisés dice "la sal del Pacto de tu Dios" (v. 13), está haciendo alusión a lo que se llama un Pacto de Sal, que es un compromiso que no puede ser quebrantado; por tanto, la sal nos habla, primero, de la seguridad de la salvación que nos fue dada por amor; segundo, del sacrificio que conduce a la santificación y, tercero, del inquebrantable Pacto entre Dios y sus escogidos. Hay otro milagro protagonizado por el profeta Eliseo que nos da luz al respecto: en 2R 2:19:22 el escritor cuenta que, estando en Jericó, los profetas dijeron a Eliseo que el lugar donde estaba asentada la ciudad era bueno, pero sus aguas eran malas y la tierra estéril. Eliseo pidió que le trajeran una vasija nueva, y que pusieran sal en ella. Así lo hicieron, entonces Eliseo fue a los manantiales, y vació la sal en las aguas, diciendo: "Así ha dicho Jehová: Yo sané estas aguas, y no habrá más en ellas muerte ni enfermedad". En una ocasión Jesús dijo: "porque todos serán salados con fuego, y todo sacrificio será salado con sal" (Mr 9:49). Si el sacrificio realmente fue sazonado con sal es perfecto; en otras palabras, si la salvación fue verdadera no puede perderse, garantía de lo cual es el Espíritu Santo de Dios que nos fue dado, y esta salvación se evidencia por el fruto del Espíritu que el creyente debe comenzar a manifestar, (si no hay fruto, es tiempo de preguntarse si la regeneración se llevó a cabo; y si no fue así, el motivo más probable es que faltó arrepentimiento verdadero). Jesús dijo a sus discípulos que ellos eran la sal de la tierra, pero agregó que, si la sal se vuelve insípida, no hay forma de volverla salada otra vez, y sólo sirve para pisotearla, probablemente refiriéndose a la apostasíaTambién dijo Jesús: "tened sal en vosotros mismos; y tened paz los unos con los otros" (Mr 9:50), refiriéndose al amor sacrificial con que Cristo nos amó, por el cual "se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante" (Ef 5:2), el cual debemos también manifestar: "El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta" (1Co 13:4.7). El Señor dijo que, "en esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros" (Jn 13:35). El apóstol Pedro, también dijo: "ante todo, tened entre vosotros ferviente amor; porque el amor cubrirá multitud de pecados" (1Pe 4:8). Pablo también mencionó la sal, diciendo a los hermanos que debían andar sabiamente con los de afuera, cuidando que sus palabras fueran siempre con gracia, "sazonadas con sal", de modo que supieran cómo responder cuando fueren abordados.
  • La levadura (v. 4-5) se relaciona con la maldad intrínseca al ser humano, especialmente, del hombre que no conoce a Cristo: "celebremos la fiesta, no con la vieja levadura, ni con la levadura de malicia y de maldad, sino con panes sin levadura, de sinceridad y de verdad" (1Co 5:8); pero también se usa en las Escrituras para referirse a las falsas doctrinas que se enseñan como si fueran de Dios, contra las cuales debemos guardarnos, pues, se parecen a la Verdad, pero no son la Verdad: "Entonces entendieron que no les había dicho que se guardasen de la levadura del pan, sino de la doctrina de los fariseos y de los saduceos" (Mt 16:12).
  • La miel (v.11), muchos pasajes de la Biblia la relacionan con la sabiduría, especialmente la sabiduría que proviene de lo alto: "Come, hijo mío, de la miel, porque es buena, y el panal es dulce a tu paladar. Así será a tu alma el conocimiento de la sabiduría; si la hallares tendrás recompensa, y al fin tu esperanza no será cortada" (Pr 24:13-14), pero también parece hacer referencia a la "sabiduría" del que cree ser sabio. Dice: "Comer mucha miel no es bueno, ni el buscar la propia gloria es gloria" (Pr 25:27), lo que podemos entender como: "No seas sabio en tu propia opiniónteme al Señor y apártate del mal" (Pr 3:7:7). 

 

OFRENDAS DE PAZ


Si la ofrenda es sacrificio de paz, el oferente puede presentar un animal macho o hembra, sin defecto, de vacuno, oveja, cordero o cabra. El que lo presenta pondrá sus manos sobre la cabeza del animal, y lo degollará a la entrada del tabernáculo de reunión. Los hijos de Aarón rociarán la sangre de la víctima alrededor del altar. El oferente presentará como ofrenda encendida a Jehová los dos riñones, el lóbulo del hígado y toda la grosura que los rodea, así como la grosura que rodea los intestinos y los ijares y, en el caso de las ovejas, también ofrecerá la cola entera. Queda establecido, por todas las generaciones, que los hijos de Israel no deben comer ni la grosura ni la sangre. Toda la grosura es de Jehová. (3:1-17)

* Nuestra ofrenda de paz es Cristo, porque fue por medio del sacrificio de Jesús en la cruz que Dios nos reconcilió con Él. Dice la Escritura "que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo..." (2Co 5:19). Antes, por causa de nuestras rebeliones, estábamos excluidos del Reino, pero ahora que Cristo pagó nuestra deuda con Dios, hemos sido acercados a Él, porque nuestra vida está escondida en Cristo, quien está a la diestra de Dios Padre, y nuestra comunión es con el Padre y con el Hijo. Antes de subir al cielo, Jesús dijo: "La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da" (Jn 14:27), porque la paz que Él nos dio es la reconciliación con nuestro Creador, que trae consigo la esperanza de vida eterna que nadie nos puede arrebatar.
 
** En el libro de Hebreos, el escritor explica que todas estas ordenanzas no son, sino una ilustración sobre lo que, gracias a Cristo, tenemos en el tiempo presente, pero que nada de eso tiene el poder de limpiar la conciencia del que las practica, es decir, no se trata más que de reglas externas y ceremonias de purificación, válidas sólo hasta el tiempo de reformarlo todo, que se cumplió con la venida de Cristo. Pero habiendo sido declarados justos por el sacrificio de Jesús, hemos hecho las paces con nuestro Creador, y lo que resta de nuestra vida en este mundo, lo vivimos procurando mantenernos lejos del pecado, porque, como explica Pedro en su primera epístola, la regeneración no quitó las inmundicias de la carne, pues, el pecado sigue morando en nuestro cuerpo carnal, pero sí nos dio poder, por medio del Espíritu Santo con que fuimos ungidos, para vencer nuestra naturaleza pecaminosa. Cada día debemos ofrecer sacrificios a Dios, a través del sometimiento de nuestra carne, ayunando el ayuno que Dios espera, de modo que Cristo vaya creciendo dentro de nosotros.
 
*** La Grosura, dice, es de Jehová, por tanto, los israelitas tenían prohibido comer de ella (v. 16-17), así como de la sangre. En las Escrituras, la palabra que aquí se traduce como grosura (ḥē∙lěḇ en hebreo) refiriéndose a la grasa del animal, también se usa para hablar de abundancia (Gn 45:18); o de una porción escogida, lo mejor (Nm 18:12, 29; Dt 32:14; Sal 81:16); pero también tiene una connotación negativa, que se relaciona con un corazón insensible, e incluso con la soberbia (Sal 17:10; 73:7; 119:70) (Fuente: Diccionario de Idiomas Bíblicos- DIB Hebreo, Software Logos). 

Creo que esto se refiere al hecho de que nuestra salvación no depende de nosotros; no es por lo que hagamos; ni siquiera si nos ofreciéramos a nosotros en sacrificio, dando nuestra vida como Cristo en la cruz, tendría algún valor. La vida en abundancia y la salvación son del Señor. Creer que nuestras obras pueden salvarnos es un acto de soberbia. 

En cuanto a la sangre, dice Jehová: "la vida de la carne en la sangre está, y yo os la he dado para hacer expiación sobre el altar por vuestras almas..." (Lv17:11). Igual como nuestras más sublimes obras son como trapos de inmundicias, porque están bañadas de orgullo, no hay sangre en el mundo que pueda servir como pago por tanta maldad acumulada; sólo la preciosa sangre de Jesús, inmaculada, sin mancha por el pecado, tiene el poder de redimir y salvar para vida eterna 

 

 OFRENDAS POR EL PECADO   


Jehová también habló a Moisés para que instruyera al pueblo sobre qué hacer cuando alguno pecare involuntariamente al violar algunos de sus mandatos. Si el que peca es el sumo sacerdote, como lo haría cualquiera del pueblo, él deberá traer a la puerta del tabernáculo un becerro sin defecto para ofrecerlo en expiación. Pondrá sus manos en la cabeza del animal, y lo degollará. Tomará de la sangre, y la llevará al tabernáculo de reunión, y mojará su dedo con la sangre, y la rociará siete veces hacia el velo del santuario. Pondrá de la sangre sobre los cuernos del altar de incienso, y vaciará el resto de la sangre al pie del altar de holocausto que está fuera del tabernáculo. Luego tomará la grosura del animal, como se hace para la ofrenda de paz, y la quemará sobre el altar. El resto del animal lo llevará fuera del campamento, a un lugar limpio, donde se echan las cenizas, y lo quemará. Si toda la comunidad hubiere pecado de forma involuntaria contra los mandatos de Jehová, una vez descubierto el pecado, la congregación ofrecerá un becerro sin defecto a la puerta del tabernáculo. Los ancianos pondrán sus manos sobre la cabeza del animal, y lo degollarán. Luego el sumo sacerdote procederá igual como hace cuando se trata de su pecado. Si el que comete pecado involuntario es un jefe, éste presentará a la puerta del tabernáculo un macho cabrío sin defecto, y pondrá sus manos sobre la cabeza del animal, y lo degollará. Luego el sumo sacerdote procederá de igual modo que hace para la ofrenda de paz, y así tendrá perdón. Si el que peca involuntariamente es una persona del pueblo, para obtener perdón, traerá como ofrenda una cabra sin defecto, y se procederá de igual forma que los casos anteriores. Si la ofrenda fuese un cordero, será una hembra sin defecto. (4:1-35)

* Como podemos apreciar, mientras más alto el rango del pecador, más grande debía ser la ofrenda por el pecado, debido a la responsabilidad que le cabe a la autoridad ante el pueblo, porque cuando él peca, el pueblo peca. En cualquier lugar del mundo, transgredir una ley por ignorancia no exime de la culpa, porque es responsabilidad del ciudadano conocer las leyes por las cuales debe regirse; si esto lo llevamos al pueblo de Israel, ellos no podían alegar inocencia por ignorancia, pues, la misma Ley les mandaba transmitirla de generación en generación, precisamente, para que fuera conocida de todos. Pero si había alguno que la transgrediera por no saber, una vez que cayera en la cuenta del pecado cometido, tenía la obligación de pagar una ofrenda para mantenerse en buena relación con Jehová. 


PECADOS QUE REQUIEREN OFRENDA


Para obtener perdón por pecados como: negarse a testificar cuando ha visto o sabido algo que debía ser denunciado; tocar cualquier cosa inmunda, sea ésta cadáver de animal salvaje, doméstico o que se arrastra, y no reconocer que se ha vuelto impuro; tocar, por ignorancia, alguna impureza humana, y no admitirlo al darse cuenta de su falta; o comprometerse de manera precipitada a hacer algo, ya sea con buenos o malos propósitos, y no admitirlo al caer en cuenta de la transgresión, el culpable debe confesar su pecado, y traer una hembra cordera o cabra, para que el sacerdote haga expiación. Si no le alcanza para una cordera o cabra, podrá traer dos tórtolas o dos palominos, uno para expiación y otro para holocausto. Si no tuviere para dos tórtolas o palominos, traerá la décima parte de un efa de flor de harina para expiación. Lo que sobre de ésta será como alimento del sacerdote. Si alguien peca por ignorancia contra lo que ha sido consagrado a Jehová, deberá traer como ofrenda por la culpa un carnero sin defecto, cuyo precio será tasado en siclos de plata según el peso oficial del santuario. El culpable deberá restituir lo dañado, pagando la quinta parte al sacerdote, y éste pedirá perdón por él mediante el carnero del sacrificio por la culpa. Cualquiera que peca desobedeciendo los mandamientos de Jehová es culpable, aunque sea por ignorancia, y se le castigará, debiendo presentar como ofrenda un carnero sin defecto. El sacerdote hará expiación por él, y será perdonado. (5:1-19)

* Si leemos con atención, negarse a reconocer que se ha cometido un pecado añade más culpa a la transgresión. Cuando Jesús inició su ministerio, llamó al arrepentimiento y a creer; no sólo a creer.
 
David dice, en el Sal 32, que, mientras calló su pecado (cometido con Betzabé, la esposa de Urías, uno de sus valientes), sus huesos se envejecieron, pero en cuanto confesó, recibió la misericordia de Dios. Y habiendo sido perdonado, declaró: "Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado. Bienaventurado el hombre a quien Jehová no culpa de iniquidad, y en cuyo espíritu no hay engaño" (Sal 32:1-2). 

Cristo fue el sacrificio que Dios proveyó para declararnos justos ante Él: "Al que no cometió ningún pecado, por nosotros Dios lo hizo pecado, para que en él nosotros fuéramos hechos justicia de Dios." (2Co 5:21 RVC).


El Señor dijo a Moisés que es pecado contra Jehová defraudar al prójimo, por ejemplo, cuando a alguien se le encomienda algo, y después rehúsa devolver lo que se le ha encomendado; o cuando roba o calumnia a su prójimo; o encontrar un bien que alguien perdió, y negar haberlo hallado, o jurar en falso respecto a cosas de esta índole. El que es hallado culpable, deberá devolver lo que no era suyo, haciendo restitución total a la persona perjudicada, y añadirá la quinta parte de su valor, la cual dará al acreedor el mismo día que presenta su ofrenda, que será de un carnero sin defecto, que dará al sacerdote para que haga expiación por él ante Jehová, para obtener el perdón. (6:1-7)

* La restitución es parte de reconocer el pecado, y una demostración de arrepentimiento. Lucas relata la historia de Zaqueo, jefe de los publicanos, un hombre rico que, habiendo recibido en su casa a Jesús, fue salvado de su pecado. Feliz por lo vivido, se puso en pie, y prometió: "He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado" (Lc 19:1-10). 



LEYES SOBRE LOS SACRIFICIOS


Holocausto


Jehová ordenó a Moisés instruir a Aarón y a sus hijos sobre ordenanzas que regulan los sacrificios: para el holocausto, la ley manda que éste permanezca en el fuego del altar toda la noche y hasta el día siguiente. El sacerdote debe llevar puestas sus vestiduras de lino, y usará los calzoncillos de lino. Una vez consumido el holocausto, el sacerdote removerá las cenizas, y las pondrá al lado del altar. En seguida, mudará sus ropas de lino por otras, y arrojará las cenizas fuera del campamento, en un lugar limpio. El fuego del altar nunca debe estar apagado, sino que cada mañana el sacerdote le echará leña para acomodar el holocausto, y quemar las grosuras de los sacrificios de paz. Respecto de la ofrenda de grano, la Ley manda que sean los hijos de Aarón quienes la ofrezcan ante Jehová en el altar. El sacerdote debe tomar un puñado de la flor de harina, con su aceite, y todo el incienso que está sobre ella, y quemarlo sobre el altar como aroma grato a Jehová. Lo sobrante, será comida de Aarón y sus hijos por derecho perpetuo, pero deben hornearlo sin levadura, y comerlo dentro del atrio del tabernáculo. Cualquier cosa o persona que toque estas ofrendas quedará santificada. (6:8:18)

*¿Qué significa que el holocausto deba permanecer en el fuego toda la noche hasta la mañana? (v. 9, 12-13). El mundo, debido a su ignorancia y rechazo a la Verdad vive en tinieblas; es como si la noche nunca diera paso al amanecer, porque el espíritu del error los mantiene aturdidos, como embriagados. En tanto sigan rechazando la luz del evangelio, la noche seguirá sobre sus cabezas. Jesús es la Luz del mundo. Él vino para traer luz, y para que las tinieblas comenzaran a disiparse. Mientras Él estuvo entre los vivientes, el día alumbró, pero cuando Él dejó este mundo, las tinieblas lo volvieron a cubrir; sin embargo, la Luz de Cristo sigue alumbrando en el mundo a través de su iglesia.
 
Mientras la noche dure, es decir, en tanto Jesús no vuelva, y la luz de Su Gloria elimine para siempre las tinieblas, nosotros somos la luz del mundo, y para que nuestra luz realmente respladezca en medio de la noche, de modo que a otros también les amanezca, cada día debemos llevar al altar de la cruz nuestra naturaleza pecaminosa, igual como el holocausto que se quema sobre el altar (v.9). Es lo que Jesús quiso dar a entender cuando dijo: "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame" (Lc 9:23), porque, si bien fuimos justificados en Cristo, todavía hay pecado remanente en nuestro cuerpo mortal, el que puede ser de tropiezo en nuestro andar si no lo sujetamos bajo nuestros pies. Lamentablemente, muchos creyentes permanecen pasivos, y viven como si aún estuvieran en tinieblas. Pablo dice en una de sus epístolas que ya es hora de despertarse del sueño, porque "la noche está avanzada, y se acerca el día", y nos manda a desechar las obras de las tinieblas, y a vestirnos de las armas de la luz, a que "andemos como de día, honestamente; no en glotonerías y borracheras, no en lujurias y lascivias, no en contiendas y envidia" (Ro13:13), y a que nos vistamos del Señor Jesucristo, y no proveamos para los deseos de la carne.
 
** La salvación es un regalo de Dios, pero mantener vivo el fuego (v.12-13) del don recibido de Dios es responsabilidad de cada creyente. En el mensaje que Jesús envió a la iglesia que estaba en Éfeso, en el libro de Apocalipsis, el Señor se lamentaba de que, a pesar de haber perseverado durante la aflicción sin desmayar, los hermanos habían dejado su primer amor, entonces los llamó al arrepentimiento, y a retomar las obras que hacían al principio de su conversión.

El apóstol Pablo también, constantemente, exhorta a los hermanos de las iglesias a avivar el fuego de su profesión de fe, llamándolos a la excelencia en todo, predicando la palabra; instando a tiempo y fuera de tiempo; redarguyendo, reprendiendo, y exhortando con toda paciencia y doctrina.


OFRENDA DE LAS CONSAGRACIONES SACERDOTALES


También dijo Jehová a Moisés que, el día en que Aarón y sus hijos sean ungidos, deberán presentar como ofrenda de trigo la décima parte de un efa de flor de harina, dividido en dos porciones: la mitad la ofrecerán por la mañana y la otra mitad, por la tarde. Deberán prepararla frita con aceite en un sartén, y ofrecerla en trozos, como olor grato a Jehová. Así se hará de generación en generación. La ofrenda debe quemarse por completo. No se debe comer.  Con respecto al sacrificio expiatorio, la Ley manda degollar la ofrenda por el pecado delante de Jehová en el lugar donde se degüella el holocausto. Es una ofrenda santísima. El sacerdote que la ofrece, la comerá en un lugar sagrado dentro del atrio. Todo lo que la carne toque será santificado. Si la sangre de la ofrenda salpica las ropas de alguien, éstas deberán lavarse en un lugar santo. Si se usa olla de barro para cocerla, ésta deberá ser quebrada; si fuere de bronce, debe ser restregada, y enjuagada con agua. Todo varón de entre los sacerdotes puede comerla. Es sumamente santa. Pero la ofrenda por el pecado, cuya sangre fue llevada al tabernáculo para hacer expiación por el santuario, no se debe comer. Debe ser quemada completamente por el fuego. (6:19-30)

* Hay un principio que debe quedar claro: no es la ofrenda la que santifica, sino el altar en el cual la ofrenda ha sido quemada; luego, lo que ha sido ofrendado en el altar, ha sido santificado, y santifica al que lo come (v.27). Pero, si un inmundo toca la ofrenda que ya estaba santificada, la ofrenda quedará contaminada de su impureza también. 

Si aplicamos este principio al creyente que ha sido regenerado, cada vez que éste tiene contacto con el pecado, queda impuro; si bien no pierde su salvación, necesita arrepentirse para no perder la comunión con el Señor, de lo contrario, sus oraciones no serán escuchadas.

  

INSTRUCCIONES SOBRE OFRENDA DEL SACRIFICIO POR LA CULPA 


La ofrenda por la culpa es sumamente santa. La víctima será degollada en el lugar donde se degüella el holocausto, y rociarán su sangre alrededor del altar. De ella, el sacerdote quemará sobre el altar toda la grosura, incluida la grosura de la cola y la que rodea las vísceras, riñones e hígado, así como los dos riñones y el lóbulo largo del hígado. Cualquier varón de entre los sacerdotes puede comer la ofrenda por la culpa; pero como se trata de una ofrenda sumamente santa, deben comerla en un lugar sagrado. El sacrificio por el pecado se rige por la misma ley que el por la culpa. La piel del sacrificio será para el sacerdote que ofrece el holocausto; lo mismo para las ofrendas que se cocinen en horno, sartén y olla, son del sacerdote que las ofrece. En cuanto a las ofrendas amasadas con aceite o seca, se repartirán equitativamente entre los descendientes de Aarón. (7:1-10)

* La ofrenda es santísima, por tanto, debían comerla en un lugar sagrado (v.6). Como hemos dicho, la cena del Señor fue instituida para recordar, y anunciar el sacrificio que Cristo hizo en la cruz para expiar nuestros pecados. El que come la santa cena indignamente, esto es, no dando gloria al cuerpo de Cristo y a la sangre que derramó por nosotros, "es culpable de pecar contra el cuerpo y la sangre del Señor" (1Co 11:27 NTV). Pablo dice, que el que así hace "come y bebe el juicio de Dios sobre sí mismo" (1Co 11:29 NTV), y va más allá, pues, dice que muchos que no honraron a Cristo en la santa cena estaban enfermos y debilitados, e incluso, algunos habían muerto. Por tanto, para no recibir disciplina de lo alto, antes de comer el pan y beber el vino, cada uno debe examinar su conciencia, de modo que coma y beba la cena dando la debida honra al sacrificio hecho por el Señor.

OFRENDA DEL SACRIFICIO DE PAZ


La ofrenda de paz puede ser como expresión de acción de gracias, en cuyo caso, se ofrecerán tortas amasadas con aceite, y hojaldres untadas con aceite, todo sin levadura, y panes de flor de harina mezclados con aceite. También deben incluirse panes con levadura. De toda la ofrenda, deberá presentarse una parte como ofrenda elevada a Jehová, y será del sacerdote que la presenta. La carne del sacrificio de paz deberá comerse el día en que se ofrece, sin dejar nada para el día siguiente. Si la ofrenda tiene que ver con un voto, o como ofrenda voluntaria, puede quedar carne del sacrificio para el día siguiente, pero si queda para el tercer día, debe quemarse en el fuego, porque al tercer día la carne ya está impura. Si alguien come de ella, el sacrificio no se aceptará, y el que la coma, sufrirá las consecuencias de su pecado. Tampoco debe comerse la carne que haya tocado algo impuro; debe ser quemada. El resto puede ser comido sólo por los que estén ceremonialmente puros. Si alguien que no estaba ceremonialmente puro, por haberse contaminado al tocar algo impuro, come de la carne, será excluido de la comunidad. Jehová da específicas instrucciones prohibiendo a la comunidad comer la grasa de cualquier animal de sacrificio; tampoco la de un animal encontrado muerto, aunque esa grasa se puede usar para otros fines. Si alguien come grasa de animal que ha sido presentado como ofrenda a Jehová será excluido de la comunidad. Tampoco deben comer la sangre de ave u otro animal. Si alguien lo hace será excluido de la comunidad. De toda ofrenda de paz presentada a Jehová, el pecho del sacrificio será para Aarón y sus hijos, y El muslo derecho será del sacerdote que presenta la ofrenda. Es estatuto perpetuo que estas partes del animal sean de Aarón y sus hijos. (7:11-38)

* "Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús" (1Ts 5:18). ¿Somos agradecidos por lo que el Señor hace por nosotros? El salmista, hablando a su alma, le decía: "Bendice, alma mía, a Jehová, y bendiga todo mi ser su santo nombre. Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios" (Sal 103:1-2). El Sal 103 es una alabanza a Jehová por todo lo que el Señor hace por nosotros sus criaturas: Él perdona nuestras iniquidades; sana nuestras dolencias, nos rescata de las profundidades; nos llena de favores y misericordias; sacia de bien nuestra boca, y nos da fuerzas renovadas cada día. También debemos dar gracias a Dios, porque "No ha hecho con nosotros conforme a nuestras iniquidades, ni nos ha pagado conforme a nuestros pecados" (Sal 103:10), sino que alejó de nosotros nuestras rebeliones, porque "Como el padre se compadece de los hijos, se compadece Jehová de los que le temen" (Sal 103:13). "La misericordia de Jehová es desde la eternidad y hasta la eternidad sobre los que le temen, y su justicia sobre los hijos de los hijos; sobre los que guardan su pacto, y los que se acuerdan de sus mandamientos para ponerlos por obra" (Sal 103:17-18).
 
Así como no debía quedar de la carne del sacrificio de acción de gracias para el día siguiente (v.15), es voluntad del Señor que demos gracias en todo momento y por todo; por tanto, no nos levantemos sin antes agradecer por el nuevo día, y lo que trae, ni  vayamos a la cama al terminar el día sin haber dado gracias por lo recibido durante la jornada, sabiendo que todo, sea agradable o desagradable, obra para bien a los que amamos al Señor, pues, todo sucede de acuerdo a sus perfectos propósitos para sus escogidos.

 

CONSAGRACIÓN DE LOS SACERDOTES


Jehová mandó a Moisés reunir la congregación a las puertas de tabernáculo de reunión, y traer a Aarón y a sus hijos, y con ellos, las vestiduras sacerdotales, el aceite de la unción, el becerro de la expiación, los dos carneros, y el canastillo de los panes sin levadura. Habiendo cumplido lo que el Señor le ordenó, Moisés dijo a los presentes: "Esto es lo que Jehová ha mandado hacer", y, pidiendo a Aarón y sus hijos que se acercaran, los lavó con agua. Luego, vistió a Aarón con su túnica, le ciñó con el cinto, le puso el manto, y sobre él el efod ceñido con su cinto; le puso luego el pectoral, y puso dentro el Urim y Tumím; finalmente le puso la mitra en la cabeza, y sobre la mitra, en la parte de enfrente, la diadema santa de oro. En seguida, tomó el aceite de unción, y ungió el tabernáculo con todo lo que había dentro, santificándolo; roció aceite sobre el altar siete veces, y santificó todos sus utensilios, la fuente y su base. Luego, derramó aceite en la cabeza de Aarón, ungiéndolo como sumo sacerdote. Después, Moisés hizo que los hijos de Aarón se acercaran, y les vistió las túnicas, los ciñó con los cintos, y les ajustó las tiaras, cumpliendo así con lo que Jehová le había mandado. (8:1-13)

Tanto Aarón como sus hijos fueron lavados antes de que se les pusieran sus vestiduras sagradas (v. 6). Sabemos que el bautismo de Juan el Bautista era de agua para arrepentimiento, pero era un bautismo más bien simbólico, un testimonio de arrepentimiento, pero no salvaba, pues, el bautismo que produce la regeneración es el bautismo en Espíritu Santo y fuego, que es obra de Cristo en nosotros. Entendemos entonces que, para que alguien sea regenerado, antes, debe haber experimentado un genuino arrepentimiento; es decir, la persona debe tener plena convicción de su pecado, y anhelar, con todo su corazón, ser transformada conforme a la justicia y santidad de Dios. Habiendo dicho eso, y para evitar malentendidos, dos cosas es necesario dejar en claro:  

 

En seguida, Moisés hizo traer el becerro de la expiación, y Aarón y sus hijos pusieron sus manos sobre la cabeza del becerro, lo degolló y, con su dedo, puso sangre en los cuernos del altar para purificarlo, y echó el resto de la sangre al pie del altar, santificándolo para reconciliar sobre él. Luego hizo arder sobre el altar los riñones, el hígado y la grosura del interior del animal, pero quemó el becerro, su piel, su carne y estiércol fuera del campamento, como Jehová ordenóDespués hizo que trajeran el carnero del holocausto, y Aarón y sus hijos pusieron sus manos sobre la cabeza del carnero, y lo degolló; roció Moisés la sangre sobre el altar y alrededor; luego cortó el animal en trozos, y quemó la cabeza, los trozos y la grosura sobre el altar; luego lavó las piernas y y las vísceras, y quemó todo sobre el altar, como holocausto de olor grato, ofrenda encendida para JehováDespués hizo que trajeran el carnero de las consagraciones, y Aarón y sus hijos pusieron sus manos sobre la cabeza del carnero. Lo degolló, y tomó Moisés de la sangre, y la puso sobre el lóbulo de la oreja derecha de Aarón y de sus hijos, sobre el dedo pulgar de su mano derecha, y sobre el dedo de su pie derecho. Luego Moisés tomó la grosura que estaba sobre los órganos internos del animal, el hígado, los riñones, la cola y el muslo derecho, y tomó también, del canastillo de panes que se ponen ante el Señor, una torta sin levadura, una torta amasada con aceite y una hojaldre, y puso todo en manos de Aarón y de sus hijos para que lo presentaran como ofrenda mecida, luego de lo cual, Moisés lo hizo arder en el altar junto al holocausto. Luego Moisés tomó el pecho, y lo meció delante de Jehová. Ésa era la parte que le tocó a Moisés, de acuerdo con lo ordenado por el Señor. Luego tomó del aceite de la unción, y de la sangre que estaba en altar, y salpicó con ella a Aarón y sus hijos y sus vestiduras, y los santificó. Entonces Moisés mandó a Aarón y a sus hijos a hervir la carne a la puerta del tabernáculo de reunión y comerla allí. No saldrían de la puerta del tabernáculo de reunión por los siguientes siete días, porque durante ese tiempo serían consagrados. (8:14-36)

El único sacrificio que conduce a la vida eterna fue el protagonizado por nuestro Señor Jesucristo, quien, por amor, "se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante" (Ef 5:2). Él hizo de becerro de expiación y de carneros de holocausto y consagraciones para darnos vida eterna. La corona de espinas que pusieron en su cabeza eran nuestras sucias manos transfiriendo sobre Él toda la inmundicia que nos condenaba; y Él, siendo inocentepor cargar ese cúmulo de delitos y pecados que no eran suyos, recibió sobre sí la justa ira de Dios que nuestra culpa merecía, haciéndonos libres, y permitiendo que fuésemos declarados justos ante los santos ojos del Creador. 

Como podemos ver, las ceremonias del sacerdocio levítico estaban simbolizando el proceso de santificación del creyente cuando éste confía su vida a Cristo. Los hijos de Leví no necesitaban sufrir en sus cuerpos lo que padecían los animales ofrendados. Les bastaba creer que el animal, que iba a ser trozado y quemado al fuego, estaba tomando el lugar de ellos, y llevando en su muerte los pecados que ellos le habían transferido por sus manos (v.18-21). Con todo, haber quedado libres de pecado, no les daba permiso para seguir haciendo las mismas cosas que los llevaron a necesitar ofrendas por la culpa y el pecado, porque ahora estaban consagrados a Jehová.
 
El que obedece el llamado de Dios por medio de Jesucristo, debe acercarse al Señor con un corazón contrito, recibiendo de Él, con mansedumbre, la salvación eterna que por gracia nos ofrece, solamente creyendo que la preciosa sangre del Unigénito Hijo de Dios tiene el poder de limpiarnos de toda inmundicia. Ya no hay condenación para el que cree, porque Cristo pagó en la cruz por sus pecados; pero, para que el gozo que trae consigo la redención permanezca siempre en el corazón del que ha sido salvado revestido de la justicia del Hijo del Hombre, lo que le resta de su vida en el cuerpo terrenal debe vivirlo para la Gloria de Aquél que lo llamó de las tinieblas a su luz admirable, porque su vida ya no le pertenece, por tanto, no tiene derecho a contaminarla con las inmundicias que solían deleitarlo cuando vivía en la concupiscencia de su carne.
 
** La sangre del sacrificio con que Moisés untó el lóbulo de la oreja derecha, el pulgar derecho y el dedo del pie derecho de los sacerdotes (v.23-24), los habilitaba para entender y obedecer los mandatos de Jehová; para hacer Sus obras, y para andar en Sus caminos. 

El ministerio de Jesús en la tierra se caracterizó por estar lleno de milagros: Él dio vista a los ciegos; sanó a sordos y mudos; curó a inválidos de manos y pies, etc. Con esas sanidades, el Señor estaba mostrando lo que la sangre de su sacrificio haría en nosotros en el ámbito espiritual: por Su sangre, Jesucristo nos dio ojos para ver y oídos para oír, haciéndonos aptos para entender, y comenzar a andar por sendas de justicia, y hacer las buenas obras que el Señor preparó de antemano para que anduviésemos en ellas 

El proceso de santificación es una obra del Espíritu Santo en nosotros, que comienza desde el momento en que depositamos nuestra fe en la sangre de Cristo. Entonces, recibimos poder de lo alto, que antes no teníamos, para hacer la Voluntad de Dios. Sin duda, habrá luchas, porque el pecado remanente querrá llevarnos de regreso a nuestros antiguos hábitos; ya no somos esclavos del pecado como para que tengamos que obedecerle, pero debemos resistirlo y obedecer a nuestro Señor.
 
*** Aquí los sacerdotes, una vez consagrados, debían permanecer siete días sin salir del tabernáculo (v.33-35), probablemente, para establecer que, una vez consagrado al Señor, el creyente debe evitar enredarse en las cosas del mundo, para no ser contaminado por las costumbres que dominan a la generación perversa que rechaza la Verdad.  

 

LA GLORIA DE JEHOVÁ EN MEDIO DEL PUEBLO



Terminados los siete días de consagración, al octavo día, Moisés llamó a Aarón, a sus hijos y a los ancianos, y mandó a Aarón traer un becerro para expiación y un carnero sin defecto para holocausto. También mandó a los hijos de Israel traer un macho cabrío para expiación y un becerro y un cordero de un año, para holocausto por el pueblo, y un buey y un carnero como ofrenda de paz. Además, una ofrenda amasada con aceite, pues, Jehová aparecería ante la congregación. Todos cumplieron, y llevaron sus ofrendas delante del tabernáculo de reunión, y se congregaron en el lugar. Aarón subió al altar, y ofreció los animales haciendo expiación, holocausto y reconciliación por él, y por el pueblo, de conformidad a lo especificado por Jehová. Habiendo presentado las ofrendas, Aarón levantó las manos, bendijo al pueblo y se retiró del altar. En seguida, Moisés y Aarón entraron en el tabernáculo, y cuando salieron, volvieron a bendecir al pueblo; entonces, la gloria del Señor se manifestó a la comunidad, y de Su presencia, salió un fuego que quemó el holocausto y la grasa que estaba sobre el altar. Al verlo, el pueblo alabó al Señor, y se postró. (9:1-24)

Los tiempos en la Biblia siempre encierran un misterio. Si ponemos atención mientras vamos estudiando la Biblia, comenzamos a descubrir que el plan de redención se nos presenta, a veces, en términos de semanas, (lo que podemos confirmar en las profecías de Daniel); semanas que no necesariamente son siete días, (ni años), sino que deben entenderse como eras o etapas. Cuando una era termina, se da inicio a otra, que, en algún sentido, es continuación de la anterior, por eso, cuando inicia una nueva etapa del plan, a veces se habla del octavo día, lo que sería el inicio de una nueva semana, otra era.

La circuncisión que Jehová dio a Abraham como señal del pacto, la cual debía practicarse a todo varón al octavo día de nacido, tiene relación con esto que estamos hablando, y apunta a la purificación que Cristo produce en sus escogidos. No obstante, hay que decirlo, la circuncisión practicada en la carne no tenía ningún otro efecto sobre el hombre más que recordarle su pacto con Jehová; en cambio, la verdadera circuncisión, y la Biblia lo dice reiteradamente, es la que se practica en el corazón, la que transforma al hombre en su esencia. Sin embargo, ningún ser humano tiene la capacidad de circuncidar su corazón sin la intervención de Dios 

Es así como la resurrección de Jesucristo da inicio a una nueva era, que es, probablemente, la última semana del plan, que concluirá con el regreso de Jesús en gloria y majestad, para rescatar su iglesia, (antes del derramamiento de las copas de la ira de Jehová sobre los que no estén inscritos en el Libro de la Vida). El octavo día después de la última semana corresponde a la celebración de las bodas del Cordero con su novia, la nueva Jerusalén, la que descenderá del cielo ataviada para su marido, teniendo la gloria de Dios. Es la restauración de todas las cosas, donde ya no habrá muerte, ni llanto, ni clamor, ni dolor, porque las primeras cosas habrán pasado. Habrá un cielo nuevo y una tierra nueva, y la justicia reinará por siempre. 

Pero volviendo a donde estábamos, decíamos que cuando Jesús resucitó inició una nueva semana, que sería la última. Su resurrección fue un domingo, lo que, de acuerdo con lo explicado precedentemente, se considera el octavo día, ya que la semana judía comienza en domingo (más claro queda si consideramos que, el día de reposo se celebra el séptimo día, que corresponde a sábado). Con resucitar a Jesús, Dios estaba dando testimonio de que la ofrenda del Hijo del Hombre había sido perfecta propiciación por los pecados de aquellos a quienes vino a salvar, ya que Jesús no pudo ser retenido por la muerte, que es la paga por el pecado, porque no había pecado en Él. De ese modo, el Hijo del Hombre, es decir, el representante de los hombres ante Dioshabiendo dado cumplimiento a la Ley mosaica a cabalidad, y pagado por nuestros pecados en la cruz, satisfizo plenamente la justicia de Dios, dando así por terminada la era legalista, e inaugurando la era del Espíritu Santo, (el Ayudador enviado por Dios a todo el que cree que Jesús es el Mesías que pagó por sus transgresiones), cuyo ministerio es guiar al creyente a la Verdad, y producir en él lo que la Ley no podía: la circuncisión del corazón

Así como Moisés instituyó el pacto de la Ley con la sangre de animales, Jesús instituyó el Nuevo Pacto, o Pacto Eterno con Su preciosa sangre derramada en la cruz. Es la semana correspondiente a la era de la graciaes decir, un tiempo durante el cual Dios nos llama, y perdona gratuitamente, esto es, no por méritos personales, sino sólo por la fe en el Hijo de Dios, y nos da vida eterna en Él, enviando, como garantía de salvación, su Espíritu Santo a morar en nuestro corazón. Es lo que conocemos como la regeneración, es decir, que Dios produce la renovación en el corazón y en el espíritu de todo aquél que ha oído y obedecido el llamado de volverse a Cristo.

** Aarón sacrificó por él y por el pueblo (v.7). Pero Jesús no necesitaba ofrendar por sí mismo, porque nunca pecó, pero se ofrendó por nosotros para darnos vida en Él. Nuestra responsabilidad es simplemente seguir los pasos de nuestro Señor, y, por fe, ofrendar en sacrificio nuestra vida terrenal en el altar de la cruz, de modo que, en la muerte de Jesús, nosotros también muramos a la vida que llevábamos antes de oír la buena noticia. 

*** Habiendo sido lavados en la sangre redentora, igual como cuando la gloria de Jehová descendió, y el fuego quemó lo que estaba en altar (v.23-24), el Espíritu Santo desciende a nuestros corazones, dándonos nueva vida, y su fuego purificador empieza a hacer la tarea santificadora, hasta que seamos conformados a la imagen del Hijo Unigénito de DiosEs un holocausto en olor fragante a Jehová, por medio de Jesucristo. Nuestra nueva vida la vivimos, ya no para satisfacer los deseos y pasiones mundanos, sino procurando agradar a nuestro Señor.

FUEGO EXTRAÑO


Los hijos de Aarón, Nadab y Abiu, tomaron un incensario, y pusieron incienso sobre brasas encendidas, y ofrecieron a Jehová un fuego que Él no había ordenado. Como consecuencia, salió de la presencia del Señor un fuego que los mató. Moisés entonces dijo a Aarón: "A esto se refería el Señor cuando dijo: “Seré santificado entre aquellos que se acercan a mí, y en presencia de todo el pueblo seré glorificado”." Aarón guardó silencio. Moisés mandó sacar los cuerpos de los muertos fuera del campamento, y dijo a Aarón, y a sus otros dos hijos, que no rasgaran sus vestiduras ni descubrieran sus cabezas en señal de duelo, para que no murieran, y para evitar que la ira de Jehová descendiera sobre el pueblo. Pero el resto de los parientes y el pueblo sí podrían hacer duelo por lo sucedido. También les mandó no salir de la entrada del tabernáculo para que no murieran, porque ellos habían sido ungidos con el aceite de unción del Señor. (10:1-7)

* Hay pasajes de la Biblia que nos cuesta trabajo entender, y éste es uno de ellos. A nuestros ojos terrenales, quizás el castigo de Dios fue muy drástico, pero podemos tener mayor claridad a la luz de otros pasajes bíblicos.
 
Por ejemplo, en la primera carta a los corintios, Pablo enfrenta la situación de un miembro de la congregación que estaba involucrado en una relación de fornicación con la mujer de su padre. El apóstol amonesta a los miembros de la iglesia, porque, en vez de juzgar la acción, habían permitido, incluso, cierta jactancia al respecto. Sin embargo, Pablo sentencia: "con el poder de nuestro Señor Jesucristo, el tal sea entregado a Satanás para destrucción de la carne, a fin de que el espíritu sea salvo en el día del Señor Jesús" (1Co 5:5). Su veredicto fue fundamentado de la siguiente manera: "¿No sabéis que un poco de levadura leuda toda la masa?" En otras palabras, tolerar cualquier acción que vaya contra lo que Dios manda puede contaminar al resto de la congregación que podría confundirse y pensar que la libertad en Cristo puede ser usada como libertinaje, para dar rienda suelta a los deseos carnales que batallan contra el alma. Los hijos de Aarón debían dar ejemplo de sujeción a los mandatos de Jehová.
 
Con respecto a la determinación de Pablo, hay quienes creen que Pablo condenó a muerte al transgresor, pero no fue así. Él lo expulsó de la congregación, y lo entregó al mundo, donde Satanás gobierna, y sin dudas, Satanás estaba presto a devorarlo. Recordemos que el diablo no puede tocar a un creyente que tiene el Espíritu Santo morando dentro de sí, a menos que Dios se lo permita, y si Dios lo permite, es con el fin de guiar al transgresor al arrepentimiento (al parecer es lo que ocurrió). Lo más probable es que este pecador iba a sufrir en la carne los ataques de Satanás, pero, de acuerdo con las palabras del Apóstol, su espíritu iba a ser salvo en el día del Señor.
 
** Los hijos de Dios debemos andar como Cristo anduvo; de esa forma nosotros glorificamos a Dios. Jehová lo dijo allí en el tabernáculo, y es lo que espera de aquellos a quienes escogió desde antes de la fundación del mundo. En este tiempo de la Gracia, Dios nos está llamando por medio de Jesucristo para formar en nosotros la imagen que el Hijo Unigénito mostró en su ministerio terrenal. La palabra está siendo predicada, y muchos son los que la oyen, pero no todos darán el fruto esperado. Habrá muchos que crean, pero los afanes de la vida, los placeres mundanos, las ambiciones, las riquezas, etc. no permitirán que crezca en ellos esa fe salvadora para vida eterna, y quedarán en el camino. La parábola del sembrador habla de creyentes, no de cualquier persona que ignoró la palabra que le predicaron, sino de personas que creyeron, se entusiasmaron por un corto tiempo, pero no permitieron que la palabra echara raíces en sus corazones. 
 
*** Fuego extraño puede también interpretarse como mezclar lo espiritual con lo pagano, cosa muy común en estos días. A Dios sólo se le puede adorar en espíritu y en verdad. Ningún otro tipo de ceremonia o rito pagano llegan al cielo, porque, a diferencia de lo que muchos creen, no todos los caminos conducen a Dios. Sólo hay un camino, y ése es Jesucristo. Cualquier otra vía inventada por los hombres, conduce a la destrucción del alma aún cuando se hagan con la mejor intención. Un sólo Camino, y un sólo Intermediario entre Dios y los hombres: Jesucristo.
 
**** Jesucristo dijo, y, a mi parecer, ese mensaje no ha sido bien entendido, que "El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí" (Mt 10:37). Creo que en esta lamentable tragedia se ejemplifica el significado de las palabras de Jesús. Aquí los hijos de Aarón habían pecado contra Jehová, habiéndole desobedecido. El Señor dijo que esperaba ser glorificado a través de aquellos que recibe como hijos. Pero los hijos de Aarón no glorificaron a Dios cuando hicieron las cosas de una manera distinta. Había una ley que decía que el incienso era sumamente sagrado, y ellos no tomaron en serio esas advertencias. Ni Aarón ni sus hijos vivos podían mostrar que lamentaban lo sucedido, porque eso podría haber significado que no reprobaban el actuar de los dos fallecidos, o peor aún, que cuestionaban el celo de Dios por su ley.


LA RESPONSABILIDAD DEL SACERDOTE


Luego, el Señor ordenó a Aarón y sus descendientes nunca beber alcohol antes de entrar al tabernáculo para que no murieran, pues, así podrían discernir entre lo santo y lo profano, y entre lo inmundo y lo limpio, y para que enseñaran a los hijos de Israel todos los decretos que el Señor les entregó por medio de Moisés. Moisés dijo a Aarón y sus hijos que comieran, sin levadura, junto al altar, las ofrendas encendidas que habían quedado porque eran ofrendas muy santas, y les recordó las instrucciones que debían seguir cuando comieran la parte de la ofrenda que les correspondía por el sacerdocio. Cuando se enteró que el macho cabrío de la expiación había sido quemado, y no lo habían comido en lugar santo como se les había ordenado, se enojó contra los otros hijos de Aarón, Eleazar e Itamar, diciéndoles que se trataba de una ofrenda muy santa, y que Jehová se las dio a ellos para que llevaran la iniquidad de la congregación a fin de reconciliarlos delante de Jehová. Además de no comerla en lugar santo, tampoco habían llevado la sangre dentro del santuario, como se les había ordenado. Pero Aarón argumentó que sus hijos habían presentado tanto la ofrenda por el pecado como la ofrenda quemada, y preguntaba si, habiendo vivido la tragedia que aconteció a sus hijos, Jehová se hubiese agradado de él si hubiera comido el sacrificio de la expiación. Moisés quedó conforme con la respuesta de Aarón (10:8-20)

* Los líderes de una iglesia deben ser irreprensibles, a fin de que el rebaño que Jesús ha puesto bajo su cuidado esté seguro y bien alimentado. En su primera carta a Timoteo y en la escrita a Tito, Pablo dedica tiempo para enfatizar la importancia de que los obispos y diáconos fueran personas de carácter íntegro: "sobrio, prudente, decoroso, hospedador, apto para enseñar; no afecto al vino, ni pendenciero, ni codicioso de ganancias deshonestas, sino amable, apacible, no avaro; que gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en sujeción y con toda honestidad"; "no debe ser un neófito, no sea que se envanezca y caiga en la condenación del diablo. También es necesario que tenga buen testimonio de los de afuera, para que no caiga en descrédito y en los lazos del diablo" (1Ti 3:2-4, 6-7 RVC. Énfasis añadido). (Un neófito es alguien nuevo en la fe, alguien que está aprendiendo. Lamentablemente, muchas veces vemos a aprendices predicando desde un púlpito, sin entender lo que hablan o, peor aún, tergiversando la Verdad, sacando conclusiones personales e interpretaciones antojadizas, porque no conocen la Palabra de Dios en profundidad, confundiendo a quienes vienen buscando al Señor con un corazón sediento). 

Con todo, no es menos cierto que, en la era de la iglesia todos somos sacerdotes, pues, nuestra misión es continuar el ministerio que comenzó Jesús de reconciliar con Dios al mundo (v.17), por tanto, es deber de cada miembro de la iglesia cuidar cómo anda o qué dice. Además, debe estar siempre preparado para argumentar con conocimiento y mansedumbre a aquéllos que quieran saber de la razón de su esperanza en Cristo.

Dios, tú conoces mi insensatez, 
Y mis pecados no te son ocultos.
No sean avergonzados por causa mía los que en ti confían, 
Oh, Señor Jehová de los ejércitos;
No sean confundidos por mí los que te buscan, 
Oh, Dios de Israel.
(Sal 69:5-6)






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